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En Texcoco: Crónica de una Multa Anunciada

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José Velasco H.

Texcoco. méx.- Los ojos saltones del rostro quemado del inmovilizador, retadoramente se agrandaron más cuando le dije: “da la cara para que te conozcan”, mientras, apresurado retiraba el candado del armatoste que horas antes había puesto en la llanta de mi carro.

Las dos muchachas que habían pedido que colocaran el artefacto, literalmente huyeron del sitio, ya habían cometido su abuso en la calle Colón, donde también operan en connivencia con policías y franeleros.

Cuando me estacioné, me acerqué al de la “araña” con un billete de 20 pesos en la mano, sus ojos saltones se posaron en mi, mientras le preguntaba si tenía cambio, el empleado de Sandra Luz Falcón, alcaldesa de Texcoco, quien se encontraba parado a un lado del parquímetro, me dijo que no llevaba consigo monedas de cambio. No jefe, respondió. (no soy su jefe)

Me dirigí sobre la acera rumbo al portal que le llamaban el OSO, en la esquina, una juguera que levantaba su puesto me dijo también que no tenía cambio, atravesando del OSO hacia el jardín municipal, un papero (vendedor de papas fritas), amablemente me sacó cuatro monedas de cinco pesos y le di mi billete.

Al regresar rumbo al parquímetro, vi al de los ojos saltones asomados sobre un cubreboca sucio, y dos mujeres mas, cerca de mi carro, al aproximarme y decirles que iba a pagar mi estacionamiento, se apresuraron a acomodar el inmovilizador y cerrar de inmediato el candado.

¿Qué pasó amigo? Le dije al ojigrande señor, acabo de preguntarte si tenías cambio para poner monedas al parquímetro, no llevo ni cinco minutos de haberme aparcado, no te pases, te dije que fui a cambiar mi billete…No me hizo caso y se separó después de clikear su candado,  mientras de manera coordinada,  una minúscula mujer intentaba decirme que llevaba mas de una hora estacionado. No es cierto, acabo de preguntarle a su amigo si tenía monedas, llevaré cinco minutos estacionado.

Al parecer el de los grandes ojos y cubrebocas sucio, me fue siguiendo para saber a que carro pondría su aparato.

La pequeña mujer me insistió que no había mas de cinco minutos de tolerancia y ya se había pasado ese tiempo, incluyó los minutos de la discusión, mientras, con la rapidez de un adolescente en su tik tok escribía, y en un instante sentenció. Ya está levantado el reporte, ya no puedo hacer nada, tiene que pagar su multa.

Se retiraron y yo tras de ellos, insistiendo su abuso y alevosa acción. A unos metros, un policía vial gordito, hacía que no miraba ni escuchaba mis reclamos.

Otro policía de una tienda de ropa, observaba la escena agachado el rostro y estirando los ojos hasta casi pegarlos con sus cejas, miraba como esperando que nadie se diera cuenta, que era testigo del abusivo actuar de los empleados de la alcaldesa texcocana que quiere ser nuevamente alcaldesa.

Unos metros adelante, una patrulla de la policía municipal también estaba ocupando un cajón de estacionamiento, pero impunemente si gozó de la omisión del pago de su estacionamiento.

Así de cotidianos y aparentemente inocentes son los abusos del personal de parquímetros, que han desarrollado con una fineza excepcional los métodos de obtener dinero de la ciudadanía, porque además del parquímetro y la multa cuando la hubiera por una justificada infracción, se tiene que pagar a los “viene viene” que operan con la protección de policías viales. Los propios empleados de parquímetros, que en alguna ocasión les pregunté por qué apartaban lugares y cobraban los franeleros me respondieron, denúncielos con la policía.

Por otra parte, no hay que olvidar la inseguridad de los vehículos, nadie responde si hay percances, daños o robos de autopartes, y cuando se llega con reclamos a la oficina de vialidad y parquímetros, el ciudadano común se topa con una burocracia cínica, caracterizada por una complicidad sutilmente desarrollada y  “legitimada” en un reglamento diseñado y aplicado a modo.

Pagué mi multa y tuve que esperar otros 40 minutos, para que el de los ojos grandes y cubrebocas sucio, llegara a retirar su metálico instrumento.  En ese tenor vive el ciudadano texcocano, que candorosamente espera la posible reelección de sus autoridades. No aprenden.

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