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El pecado de nacer niña en la India

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India es un país totalmente idólatra con miles de dioses y costumbres que les permiten hacer lo que a occidente pareciera aborrecible y un mercado de dimensiones inimaginables. Millones de niñas, pequeñas, algunas pequeñísimas, explotadas en burdeles que son peor que el infierno mismo.

Once niñas, de las cuales cuatro de edad inferior a los siete años fueron salvadas en la ciudad de Yadagirigutta donde, como en muchas otras localidades que atraen a muchedumbres de visitantes, la prostitución es particularmente floreciente. Los traficantes habían inyectado hormonas del crecimiento  a las niñas para que parecieran de mayor edad y pudieran ser encaminadas a la prostitución (Avvenire).

Once niñas salvadas de un horror que nunca las abandonará: India es uno de los muchos lugares del mundo donde la mayor desgracia es nacer mujer. Se desprende de un sondeo realizado por la Thomson Reuters Foundation: India es el país más peligroso del mundo para las mujeres, de toda edad. Hace siete años estaba en el cuarto lugar, después de Afganistán, República del Congo y Pakistán. 

La vida de estas criaturas vista a través de los números parece una carrera bajo un bombardeo, amenazada por ataques violentísimos que tienen el fin de matarlas o de usarlas desde que sus atributos sexuales son claramente identificables.

La ecografía del tercer mes es a menudo su condena a muerte. Pero las que sobreviven (no todas, pero es una plaga social) podrían ser asesinadas al nacer o dejadas morir de hambre. O vendidas. O raptadas y obligadas a prostituirse, en burdeles, muy frecuentados también por extranjeros.

De estos días es la noticia, recogida poco antes, que vio el final feliz de una operación de la policía tras una denuncia al teléfono 1098, una especie de teléfono de emergencias indio, por parte de un ciudadano. Oía gritos terribles por la noche. Una niña fue encontrada llorando en el suelo, con evidentes signos de haber sido golpeada. No había sido castigada por una mamá severa, como intentó convencer la mujer que la había comprado, sino para que se plegase a su voluntad y a la de los visitantes del prostíbulo. Para que se rindiese.

(La mujer confesó) haber comprado a las niñas para dedicarlas a la prostitución, y que si oponían resistencia eran brutalmente golpeadas. La novedad inquietante de esta horrible historia de explotación infantil es que, para asegurarse de que las niñas empezaran a ganar dinero pronto, los trabajadores del burdel les suministraban hormonas para acelerar su desarrollo fisiológico.

La policía en esta ocasión confiscó 40 ampollas de oxitocina y arrestó a un médico. También once traficantes de niños fueron arrestados, personas que, desde hace tiempo, habían puesto en marcha una organización que proporcionaba niñas para vender a explotadores para prostituirse en la ciudad del templo (Rccom).

Siempre en base a las declaraciones hechas públicas por la policía y por la Thomson Reuters Foundation, el uso de medicamentos, específicamente hormonas, y de estupefacientes es una praxis común en este floreciente sector. Hormonas para forzar la pubertad, drogas para facilitar el transporte de un burdel al otro en una densa red tejida por todo el país. ¿O para volverlas más dóciles?

Los traficantes confesaron haber suministrado hormonas”, declaró un funcionario de la policía de Hyderabad, capital del Telangana. “Para nosotros se trata de un caso evidente en que las niñas son preparadas, con inyecciones de fármacos, para parecer más maduras respecto a su edad”, prosiguió Mahesh Bhagwat, en una entrevista concedida a la Thomson Reuters Foundation, confirmando que los investigadores están ahora tras la pista de los médicos que proporcionaron los tratamientos a los traficantes.

Aunque el uso de la palabra feminicidio pueda ser interesado e instrumentalizado, en India y en otras zonas de Asia tiene toda la razón de ser pronunciado, gritado, impuesto a la opinión pública. Para esas niñas pequeñas, pequeñísimas, a punto de nacer o recién nacidas, tendría sentido que el mundo se levantara en pie de guerra. Twitter debería tener un aluvión de hashtag, y las campañas de sensibilización contra la violencia a las mujeres, contra estas mujeres, debería reclutar más de una madrina entre las estrellas de cine.


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