Termina un año de sentimientos encontrados en la población, con gobiernos emitidos de Morena elaborados al vapor, con funcionarios de todo nivel improvisados y una nula obra pública a pesar de existir los elementos financieros adecuados.
En la mayoría de los municipios gobernados por alcaldes llevados al poder por el efecto AMLO, se vivió lo mismo, no hay en ningún municipio una obra que pueda considerarse como magna, la prestación de servicios no aportó nada más allá que lo que ya conocíamos de gobiernos anteriores y en muy pocos casos se mantuvo el índice de inseguridad o si acaso una leve disminución, según se proclama.
Naucalpan le dio brío a los servicios asistenciales y si algo quedó claro en este año de gobierno de la alcaldesa Paty Durán es que no es la novata que muchos esperaban, supo manejar políticamente a su cabildo y aunque en un momento se intentó tomar decisiones que no les competen, los ediles tuvieron que recular y reconocer en la figura de la ex panista a quien debe respetarse y contribuir, gobierno que podría calificarse de manera muy personal con un siete de calificación, muy por debajo de la expectativa generada en campaña.
Tlalnepantla y su reordenamiento vial y comercial, demostró también que Raciel Pérez creció mucho políticamente hablando, mostró un espíritu de liderazgo en su forma coloquial y el impulso a la seguridad pública es de destacarse, soportó la guerra intestina en cabildo y su gente de prensa fue madura para evitar las guerras de papel que a nadie beneficia, sin duda su año de gobierno podría rebasar fácilmente el ocho de calificación.
Atizapán de Zaragoza, uno de los que trabajaron mucho en la promoción de imagen, bien manejada, con comunicados muy profesionales, fue quizás lo que salvó ante la opinión pública la poca obra que se realizó, problema aunado a los reclamos por un puente que nadie entiende y la afectación ecológica que ello conlleva, los estados de salud variables en la alcaldesa Ruth Olvera fueron parte importante en el clima de incertidumbre al interior de palacio municipal, con trabajo podría darse un siete punto cinco.
Izcalli, poco o nada que hablar de un alcalde que nunca pensó en serlo, educado al más puro estilo priista, que creyó que aún sigue funcionando el viejo adagio de “al pueblo pan y circo”, lo único destacable es la labor de su organismo descentralizado de agua potable, Cuautitlán Izcalli es quizás el que peor informó a la sociedad con comunicados que solo entendían quienes los escribieron y si de calificación se tratara el cinco punto cinco es mucho.
Cuautitlán y Tultitlán al mismo nivel, sin avance en obra pública y menos en servicios públicos y si los hubo nadie se enteró, cuando la actual alcaldesa militaba en el PRD y fue también presidente municipal, por lo menos tuvo un avance en materia de seguridad pública, hoy por hoy, ella es la gran decepción que ni el cinco alcanzó.
Coacalco, con un alcalde al que el pesó el apellido Gamiño, permitió que un grupo ajeno al municipio decida los destinos administrativos, por ello casi todo el año estuvo hundido en supuestos escándalos de corrupción, pero Darwin Eslava ha tenido la sangre fría para no hacer caso de los reclamos y promete que este año pre electoral se verá ahora sí avance en obra pública, un siete es buena calificación.
Ecatepec aferrado en destacar la violencia desde su comunicación social se hizo más famoso que nunca por tanta sangre que se comunica, lo que sí es plausible es la ambiciosa obra pública en cuestión de reencarpetado y que podría ser la punta de lanza para recuperar lo no logrado, el helicóptero, la renta de patrullas y todo lo demás podría quedar sepultado en asfalto, un ocho para la gestión de Fernando Vilchis